El presidente
interino Michel Temer inició su gobierno en Brasil con la promesa de
"reformas" para rescatar al país de la crisis e intentar sobrevivir
al escándalo de corrupción que precipitó la salida de Dilma Rousseff. Temer, considerado un traidor por
Rousseff, inició la reunión con su gabinete de ministros, una mesa redonda
conformada solo por hombres y de raza blanca. "Tenemos poco tiempo",
dijo Temer, del partido de centro derecha PMDB, al asumir el jueves la
presidencia en el Palacio de Planalto, sede del Ejecutivo.
"Pero
nos esforzaremos por implementar las reformas que Brasil necesita",
aseguró el exvicepresidente de Rousseffdevenido
uno de sus principales enemigos.
Tras meses de agitación política,
el Senado decidió el jueves abrir un juicio contra Rousseff y apartarla de su cargo
por seis meses como máximo, mientras evalúa si merece ser definitivamente
alejada del poder por maquillar las cuentas públicas.
Temer también
se comprometió no sólo a mantener sino también a "mejorar" las ayudas
sociales, entre ellos Bolsa Familia, una
de los programas estrella del gobierno del izquierdista Partido de los
Trabajadores (PT).
"Hay que mejorar la
eficiencia de los programas, no se puede decir que Brasil redujo 10% la pobreza
cuando tienes 50 millones de brasileños necesitando Bolsa Familia", señaló
Osmar Terra, el flamante ministro de Desarrollo social.
"Es preciso recuperar la
credibilidad de Brasil en el escenario nacional e internacional" con
medidas que corten el gasto público y atraigan inversiones, dijo Temer, un
astuto y discreto abogado constitucionalista de 75 años, rodeado de su flamante
gabinete.
Entre ellos, el expresidente del
Banco Central, Henrique Meirelles, quien será el nuevo ministro de Hacienda, y
el economista José Serra, exgobernador de Sao Paulo, que estará al frente de
Itamaraty, el ministerio de Relaciones Exteriores.
Pero su
equipo ya recibió críticas y cuestionamientos, en particular por la ausencia
total de mujeres y negros.
Los mercados ven con buenos ojos
a Meirelles, expresidente del Banco Central durante la presidencia de Luiz
Inacio Lula da Silva (2003-2010), recordado por la ortodoxia con la que logró
controlar la inflación y sanar la economía de Brasil.
Meirelles dará más detalles sobre
las medidas de shock para sacar a Brasil de la peor recesión de los últimos 25
años, que se pudieron entrever en el plan conocido como No será nada fácil. Temer puede enfrentar una feroz
resistencia de la izquierda, que pasó a la oposición tras más de 13 años en el
poder, y muchos de los problemas que acosaron a Rousseff,
especialmente una economía destrozada (registró una fuerte contracción de 3,8%
del PIB en 2015), demasiado dependiente de un precio elevado del petróleo, el
mineral de hierro y otras materias primas.
Además, muchos de sus ministros y
aliados políticos están en la mira de los fiscales que investigan el megafraude
a la estatal Petrobras, lo que le resta credibilidad.
Sobre todo porque llegó al poder
sin la legitimidad que dan las urnas y con un bajísimo apoyo popular: apenas
entre 1% y 2% de los brasileños votarían por él para presidente, según un
sondeo reciente.
Temer aseguró que no
obstaculizará la investigación del mayor escándalo de corrupción en la historia
del país, bautizada como "Lava Jato".
La suspensión de Rousseff, una
exguerrillera de 68 años que se convirtió en la primera mujer en asumir el
poder del gigante sudamericano en 2011, marca el fin de una era de la izquierda
en América Latina.
Rousseff dejó
la presidencia de Brasil por acusaciones de que ocultó déficit y engrosó las
arcas con préstamos de bancos estatales durante su campaña a la reelección de
2014. Pero ella minimiza los
hechos y asegura que el "traidor" de Temer le asestó un "golpe
parlamentario".
Combativa, antes de abandonar el
Palacio de Planalto llamó a la población a movilizarse para defender la
democracia.
"A los brasileños que se
oponen al golpe, sean del partido que sean, les hago un llamado: manténganse
movilizados, unidos y en paz", dijo Rousseff en su despedida.
"Pude
haber hecho errores, pero no cometí ningún crimen", precisó y volvió a
decir: "nunca dejaré de luchar".
Rousseff se aleja del cargo con
apenas un 10% de popularidad, en medio del megafraude en Petrobras que ha
manchado a buena parte de la élite del poder en Brasilia. Y se quedará sin
inaugurar los Juegos Olímpicos que se celebran en agosto en Rio de Janeiro.
Para destituirla definitivamente,
la oposición requiere dos tercios de los votos del Senado (54 del total de 81
miembros). Uno menos que los registrados el jueves, lo que hace muy difícil su
retorno al poder.
Gran parte de su desgaste se debe
a la trama de corrupción descubierta hace dos años en la estatal petrolera, que
tiene en la mira a decenas de políticos de su PT, del PMDB de Temer, del
Partido Progresista y a poderosos empresarios.
La exguerrillera no es blanco de
ninguna investigación o acusación por corrupción.
"Siento
el dolor de la injusticia", dijo antes de recluirse en el Palacio de
Alvorada, residencia del gobierno
brasileño desde donde prepara su defensa.
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